¿Son crueles los cuentos?
Hace unos días una amiga fue en busca de cuentos para su hija. Se encontró con un libro que recogía algunos clásicos, de los que le leían cuando era niña. Lo compró y al llegar a casa le echó una ojeada. Minutos después sonaba mi teléfono. ¿Tu recuerdas los cuentos de la infancia? ¿ Cómo nos podían gustar? Son relatos crueles, tristes, capaces de dar miedo a cualquier niño, me dijo. Cierto. Muchos de los cuentos clásicos vistos desde los ojos de un adulto hace ver en ellos historias no tan ingenuas o sencillas. El halo de magia que les rodea desaparece. Leer que Hansel y Gretel sean abandonados en el bosque porque sus padres no pueden alimentarlos. O que un lobo se coma a una niña y a su abuela, y luego sea destripado. O Blancanieves, que perdió a su madre al nacer, huya de su casa por la envidia de su madrastra. Etc, etc.Visto así dan ganas de modificar las historias. ¿Cómo contar eso a un niño? ¿Por qué tanta maldad en los cuentos infantiles?.
Expertos literarios dicen que el dualismo entre el bien y el mal, ayuda a comprender, desde pequeños, las dos caras de la vida. Escritores como Justo Navarro, reivindican el papel de los cuentos infantiles tradicionales por muy violentos que resulten. Porque en ellos «se aprecia la lucha del bien y del mal de manera arquetípica«.
Los relatos tienen un valor pedagógico.
Hay personajes como el lobo que se graban en la memoria de los niños. Lo hacen hasta tal punto que en torno a los tres años, cuando aparecen las pesadillas, sus miedos giran alrededor de lobo. Entonces comienzan los viajes desde su habitacion hasta la des los padres en busca de auxilio porque hay lobos que quieren comerlos. Es cierto que estos personajes están cargados de simbología. Pero su papel va más allá del mero ser malvado y hambriento que atemorizada a seres indefensos. Representa lo desconocido, el extraño del que debes recelar.
Los niños “tienen que ponerle cara al mal y esos relatos cumplen una función legislativa: enseñan acciones que tienen castigo o recompensa. Tienen un valor pedagógico y de persuasión sobre los valores dignos de ser asumidos”. Lamenta Navarro el desdén que, a veces, se hace de dicha función. “Los cuentos infantiles son como la ley, aunque evolucionan y se adaptan”.
Hay que ponerle cara al mal.
Los creadores de historias consideran que la maldad debe formar parte del proceso de aprendizaje. “Hay que enseñar el mal, para ver dónde está y reconocerlo”. El escritor Félix de Azúa asevera que “a los niños hay que educarlos en la maldad y el mal”. «Hay que hacerles ver que ese comportamiento malvado es producto de la “estupidez, cobardía, falta de recursos y debilidad extrema en una persona”.
Dice Victoria Cirlot que todo está en la estructura de la mente. «Cada cultura da una explicación al mal y las maldades y la entienden a su manera. En el cerebro están los fenómenos arquetipales”, añade. E incluso va más allá dice que “no hay que esconderle a los niños esas historias, cuyas atrocidades las pensamos así los adultos. Ellos tienen claro que están en el mundo de la fantasía. El símbolo acoge toda la maldad y toda la bondad. No es excluyente. El mito no es moral”.
Recientemente en un Congreso en Formentor un grupo de escritores, expertos literarios llegaron a esta conclusión que ahora os trasladamos y que. cuanto menos, nos da un punto de vista que nos hace entender y nos defiende la aparente crueldad de muchos cuentos infantiles. Mientras los niños saben reconocer el bien y el mal, y diferenciarlo, a través de los cuentos, los adultos parecen haber entrado en una infantilización con libros muy populares que no interpelan al lector en sus matices, sino que juzgan lo ya juzgado y señalan lo ya conocido como algo negativo, sin aportar nada al debate intelectual o moral. En parte, se debe a la alteración genética del virus de lo políticamente correcto.