LOS NUEVOS PADRES
En los últimos años estamos notando un cambio en la sociedad que lleva asociada la aparición de nuevas formas de ejercer la paternidad. El que más auge está teniendo en la actualidad es la hiperpaternidad, basado en una constante supervisión de los padres sobre los hijos.
Hoy en día tenemos padres que están pendientes de la vida de sus hijos y los sobrevuelan para no perderse detalle. Cuando los dejan al cuidado de otra persona, llaman cada cinco minutos para saber cómo está y, si ya son adolescentes, están preguntándoles constantemente vía whatsapp dónde están, con quién van, qué hacen.
También hay padres que allanan el camino de sus hijos para que jamás tropiecen, coartando la natural curiosidad y deseo de explorar que todo niño tiene, no vaya a ser que, por subir al columpio, se caiga y puede que se haga daño. O que impiden que se manche cuando está comiendo, dándoles ellos la comida, que para eso lo hacen más rápido, pensando que ya aprenderá cuando sea mayor…
Existen también los padres que, siendo peligrosamente susceptibles, no admiten que se les haga a sus hijos ni una sola crítica por mucho que se la merezcan, o que se les toque o roce, ocasión que aprovecharán de inmediato para presentar una denuncia ante quien proceda. Olvidan que un aspecto fundamental de la educación de los niños es la socialización, es decir, aprender a relacionarse con los demás, a convivir en sociedad, lo que conlleva que puede que me encuentre con alguien que piense como yo o que piense de forma diferente, y tengo que aprender a relacionarme con ambos, respetando su forma de ser y de pensar. Eso significa que, en las etapas iniciales, me puedo encontrar en el parque con otro niño que quiera subir al mismo juego que quiere subir mi hijo y debo dejar que aprenda cómo solucionar esa situación, aunque eso signifique que puede que no le guste tener que esperar o que le aparten del juego.
Los padres hemos sido siempre vigilantes en lo que a nuestros hijos se refiere, pero en la actualidad esa vigilancia alcanza cotas poco deseables. Participan mucho en la vida escolar de sus hijos, lo cual está muy bien, pero llegan a inmiscuirse en asuntos propios de los profesores, tales como cuestionar las notas que les ponen en un examen o intentar elegir el menú o las actividades del centro en función de los gustos de su hijo.
La forma de vida de la sociedad actual, donde la prisa y la tecnología marcan nuestras vidas, hace que no tengamos tiempo para nada. Queremos que nuestros hijos no se pierdan ni un solo detalle de lo que ocurre, los llevamos a todas las actividades extraescolares posibles para que sean los más preparados el día de mañana, les obligamos a practicar un deporte con la esperanza de que sean el próximo número uno y solucione nuestras vidas, pero nos olvidamos de lo más importante, de educar. Los padres, parece ser, carecen literalmente de tiempo para educar y convierten complacientemente a sus hijos en auténticos tiranos. Niños que tienen muchos derechos pero ningún deber con el coste que esto puede significar para ellos en su vida adulta y para la sociedad en la que se muevan. Los padres no saben o no pueden ponerles límites a sus hijos y buscan echar las culpas afuera. Los niños, por su parte, crecen intocables porque saben que aun cuando hagan lo que les da la gana, tendrán detrás a sus padres para desautorizar cualquier otro tipo de disciplina.
Sobreproteger es pues, al final, desproteger a los niños. La clave no se encuentra en esconderles y apartarles de los problemas y dificultades que pueden encontrarse en la vida. Se trata, en cambio, de mostrárselos, de que se den cuenta de sus equivocaciones y de que, de vez en cuando, se caigan. Tu papel como padre no es impedir que lo hagan sino ayudarles a levantarse y asegurarte de que aprenden a hacerlo.
Con las mejores intenciones se obtienen, la mayoría de las veces, los peores resultados. Oscar Wilde.