¿CÓMO GESTIONAR LAS PATALETAS DE FORMA EFECTIVA?
Seguro que muchos de vosotros habréis vivido o visto situaciones como un niño llorando en medio de un supermercado porque sus padres no le compran lo que él quiere, o en medio de la calle porque no quiere andar… Cambia mucho la perspectiva del que la ve desde fuera al que la vive en primera persona, pero siempre son situaciones que no sabemos cómo gestionar o controlar.
Para empezar, hay que tener en cuenta que las pataletas o rabietas son una liberación incontrolable de ira, que tiene unos minutos de duración, durante la cual el niño muestra uno o más de los síntomas siguientes: chillidos, llantos, pataleo, mordiscos, manotazos, lanzamiento de objetos, insultos o incluso golpes en la cabeza.
Las pataletas comienzan alrededor de los 12-18 meses y terminan sobre los 6 años, teniendo su momento álgido de los 2 a los 3 años. Por lo tanto, las rabietas se consideran normales durante toda la primera infancia, aunque no todos los niños pasan por esta etapa con la misma intensidad.
Como dice el neuropsicólogo Álvaro Bilbao: “El niño que se enrabieta no lo hace por voluntad, sino precisamente por todo lo contrario; las estructuras cerebrales que permiten dominar sus emociones todavía no están lo suficientemente desarrolladas. El niño no es capaz de controlar la frustración por sí solo por más que sus padres, le griten, ridiculicen o le amenacen”.
Como vemos, es un proceso de maduración neuronal por el que pasan todos los niños. Las rabietas que tienen con 2 o 3 años les ayudan a saber cómo soportar las grandes frustraciones cuando tengan 20 o 30 años.
Alrededor de los 12 meses tiene lugar un hito muy importante en el desarrollo del niño: comienza la marcha autónoma y pareja a ésta, la exploración de su entorno más próximo. Es en este momento cuando los padres comienzan a decir ¡NO!: “no te subas en la mesa”, “no te quites los zapatos”, “no te puedo dar la chuche…” A medida que el niño crece, gana en autonomía, viéndose capaz de realizar muchas tareas por él mismo. El hecho de que los padres no podamos dejarles que hagan las cosas como quieren entra en conflicto con el deseo de satisfacer una necesidad interna del niño. Si a esto se le suma que no sabe controlar el tiempo de espera y que su lenguaje no está bien desarrollado para expresar su frustración, ya tenemos la ecuación perfecta para que se dé una pataleta.
Las pataletas van remitiendo a medida que el niño se hace mayor, pero es normal que vuelvan a aparecer a otra edad. Además, pueden variar de intensidad y duración de un niño a otro. Por eso es aconsejable contabilizar la duración y la frecuencia de las pataletas. Aunque las pataletas parezcan durar una eternidad, en realidad sólo duran algunos minutos y duran menos si se ignoran firmemente estas explosiones.
Qué hacemos con la pataleta
- Mantener la calma es el primer y más importante paso. No pierdas los nervios ni te enfades. Enfadarte sólo va a asustar o violentar más al niño haciendo que su frustración aumente y la rabieta empeore.
- Valorar cuál es el motivo que ha ocasionado la pataleta. En ocasiones, se deben simplemente a cansancio de nuestro hijo. Son las que se dan a última hora de la tarde. Si es así, lo único que podemos hacer es anticiparnos, evitar que llegue a ese nivel de cansancio que cualquier mínima frustración desencadene una rabieta.
Si el origen de la pataleta se debe a que quiere algo que nosotros, después de un proceso de meditación, hemos decidido que no debe tener, explicarle el porqué de nuestra negativa. No siempre da resultado porque el problema no suele venir de que el niño no entienda la situación sino de su dificultad para dominar sus emociones. - Ignorar la pataleta sin ignorar al niño. Dejarle que se exprese libremente sin dejarlo solo. Debemos enseñarle que con las rabietas no consigue su objetivo. Es importante permanecer cerca de él para que sienta que no lo hemos abandonado, aunque no prestemos atención a lo que está haciendo.
- Explícale con calma, sin alterarte, que cuando se tranquilice le prestarás atención y te pondrás con él a solucionar la situación. Se firme y constante, pero muéstrale cariño y no enfado. Dile algo así como: “si no te calmas no sabemos lo que te pasa, cuando te tranquilices nos lo explicas y hacemos algo”.
- Cuando el niño termina la pataleta no hay que darse por enterado. Hay que recibir al niño de vuelta como si no hubiese pasado nada, proporcionando una ocasión de volver a congraciarse con los demás, sin mencionar el incidente.
- Desvía la atención del niño o niña hacia otra cosa para evitar que se produzca la pataleta.
- Procura que los pequeños descarguen tensiones, llévalo al parque, a montar en bici, usa el sentido del humor.
- Actúa como ejemplo, cuando te sientas frustrado o enojado, trata de controlarte y no perder los nervios. Proporcionar alternativas para expresar nuestro enfado hará que aprenda y que lo utilice para el mismo.
- Dialoga con él, expresa tus emociones y procura que ellos se sientan cómodos para hacerlo de una manera adecuada y sana.
- No juzgues a los niños o niñas. Se compresivo y critica en todo caso su comportamiento, explicándole cómo te sientes, no critiques al niño o niña. No le avergüences con frase del tipo “mira qué feo estás cuando te enfadas”, “te está mirando ese señor”. Tampoco lo compares con su hermano, sólo conseguirás que le dure más el enfado. Podemos ayudarle a gestionar su enfado utilizando la empatía. Frases como: “Te apetecía mucho esa piruleta”, “Vaya, te has enfadado mucho, ¿verdad?” funcionan, porque lejos de hacerle sentir peor le ayudan a sentirse comprendido y, a comprenderse a sí mismo. Pero sin abusar, con un par de mensaje empáticos es suficiente.
Espero que estos consejos os ayuden la próxima vez que vuestro hijo o hija tenga una pataleta en medio del supermercado.